La sanidad de la cruz

 Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.

Gálatas 6:14 RVR1960

El sacrificio de Jesús ha puesto fin a cualquier motivo de orgullo espiritual, no así la religión. Si la religión es el esfuerzo humano para agradar a Dios, sin Dios, el evangelio es la victoria de Cristo para conseguir nuestro perdón, sin nuestra ayuda. Es en ese sentido que la muerte de Cristo nos libera de nuestro orgullo, porque no queda nada de lo que enorgullecernos. 

Lo segundo que la muerte de Cristo ha conseguido es separarnos del mundo por medio de la muerte. El mundo es un sistema de vida que no sólo excluye a Dios, sino que nos aleja de Dios, los deseos del mundo son contra Dios, y viceversa. El mundo no sólo está fuera de nosotros, está dentro de nosotros, en nuestras mentes, y en nuestros cuerpos, son deseos que empapan una forma de vida sin Dios en la que hemos nacido. Dios ha conseguido librarnos del mundo, pero para separarnos de él ha tenido que hacernos morir al mundo y darnos vida. El tipo de vida que teníamos ha muerto y sido reemplazada por un nuevo tipo de vida, con nuevos afectos, nuevas relaciones y un nuevo Espíritu dentro de nosotros que nos impulsa a vivir en dirección a Dios. Eso ha provocado que para este mundo estemos muertos, no existamos, para el mundo somos una sombra, pero el mundo para nosotros es una sombra, no es real, sólo Dios es real.

El reto para hoy es analizar cuanto quedan de los viejos deseos en nosotros, ¿el mundo te ha sido realmente crucificado? necesitamos renovar nuestro entendimiento para ser verdaderamente libres y poder disfrutar de la nueva vida en Cristo. Lo siguiente es entender cómo Cristo ha ganado una salvación perfecta, una salvación que nos es dada, eso nos saca del orgullo y nos lleva a la gratitud. No necesitamos esforzarnos por ser humildes, necesitamos comprender el alcance de nuestro pecado y la eficacia de la Gracia de Cristo.