«Claro que así la autenticidad de vuestra fe —de más valor que el oro, que no deja de ser caduco aunque sea acrisolado por el fuego— será motivo de alabanza, de gloria y de honor, cuando se manifieste Jesucristo, a quien amáis y en quien confiáis aun sin haberlo visto. Os alegraréis, con un gozo inenarrable y radiante, al recibir la salvación, meta de vuestra fe.»
1 PEDRO 1:7-9 BLP
EL GOZO DEL AMOR
La esencia del cristianismo es una persona, Jesús. La gratitud por el amor y el perdón, y la esperanza real de verle, estar con Él y por usar términos bíblicos, sentarnos con Él a la mesa, lo cual implica poder tener una comunión real con nuestro amado Salvador cuando estemos en su presencia. El Dios revelado en la Biblia es un Dios personal, que busca un contacto personal, que nos ama de forma personal, y que nos busca de forma personal. Nuestro consuelo y gozo es que somos amados, no por una fuerza impersonal y abstracta, sino por Alguien muy concreto, muy real ¡y muy cercano!
El cristianismo bíblico tiene una esperanza concreta: la venida de Cristo personal, su Reino indestructible, su encuentro con sus creyentes. Saber estas cosas nos hace conscientes de que TODO pasará, de que nuestros sufrimientos son pasajeros, pero también los deleites menores son pasajeros e incomparablemente pobres en comparación con la feliz reunión del amor de nuestra vida: Jesús. Si los preparativos para una reunión con un querido amigo o familiar son ya un anticipo del disfrute venidero, ¡cuanto más para los creyentes esta vida, que no es más que una preparación para nuestra reunión con nuestro precioso Salvador!
La “meta de vuestra fe” es la salvación. Nuestro texto habla de uno de los tres aspectos de la salvación, la salvación presente, es decir, experimentar el poder de Dios para liberarnos del pecado en nuestro día a día. En el mundo protestante consideramos poco ese aspecto de la salvación, la santificación progresiva, la liberación de la esclavitud, dependencia y placer por el pecado, a la vez que un nuevo apetito por Dios, un mayor deleite en Dios y satisfacción en Él.
La fe está relacionada con nuestra salvación, y es de un valor inmenso. La fe subjetiva nos es dada, creemos porque hemos puesto nuestra confianza en Dios, y a la vez creemos porque nos ha sido dado creer (Filemón 1:29) ¿no es esto maravilloso es inexplicable? Se nos llama a cuidar de ese tesoro, la fe, y a descansar, sabiendo que el dolor y la angustia refinan la fe, extraen las impurezas que se han mezclado con ella. Sufrir creyendo, y sobre todo, sufrir esperando y gozando en El Salvador tiene un efecto saludable y santificador. ¿Qué importancia le das a tu fe? ¿La cuidas, la observas y la valoras? ¿Tomas medidas para no apagarla? Tu posesión más valiosa es la fe que te une a Dios. No permitas que nada la apague.
La salvación es un hecho seguro, irrevocable e inmutable en aquellos que son hijos De Dios, pero ¿lo somos? ¿Cómo podemos saber que realmente somos salvos? Por la perseverancia de los santos. La perseverancia es una de las marcas de los hijos de Dios. Cuidado con la jactancia, cuidado con esas afirmaciones de “yo creí y por lo tanto soy suyo, jamás caeré” porque la ausencia de saludable temor es un elemento de cada creyente en Dios. La “meta de la fe” es la salvación, ¿has llegado al final de tu vida? En ese caso persevera, cree, descansa y aférrate El Salvador de tu alma.
La alegría es un elemento inseparable de la vida del creyente. No es posible amar sin disfrutar. El amor que no tiene disfrute no es amor. Si amas a alguien disfrutas de esa persona. El texto nos dice que puesto que amamos a Jesús, nos alegramos intensamente en nuestra esperanza de verle. Esta versión añade un matiz diferente, dice que nos alegraremos (tiempo futuro) cuando Cristo sea manifestado públicamente. Y es cierto, si ahora nos alegramos pensando en ese día ¡cuanto más nos alegraremos pensando en ese bendito día en el que Jesús reine sobre todo reino! ¡Qué ganas tenemos de ver a Jesús reinar y a nosotros ser parte de ese reino de paz!