El mundo evangélico es un pañuelo

Era Jueves y me dirigía a cierta ciudad de la Comunidad de Madrid. Parte de mi trabajo, además de dar formación e implantar el software que mi empresa fabrica, es hacer presentaciones comerciales para clientes.

Como Jueves que era estaba ya deseando un poco que terminara la semana. Como siempre, antes de hacer la visita oré al Señor para que me ayudara a hacer mi trabajo de la mejor manera posible. Llamé a la puerta y era una casa particular, lo cual es normal, porque muchos clientes (abogados, asesores fiscales, contables, graduados sociales) suelen tener su despacho en su casa.

Nada más entrar noté "algo raro", cuando miré unos libros en la entrada ví que era la novela "Dejados atrás" (sólo que en la parte de atrás), cuando entré en el salón ví que en la mesa de centro, bajo el cristal había expuestos varios objetos como un ramillete de flores secas y una Biblia grande abierta por el Salmo 1.

-¿Eres evangélica?- le pregunté a la señora.
-Sí, claro.

Resulta que mi posible cliente era una hermana en la fe. Pero no sólo eso, era la persona que hacía la contabilidad de la iglesia, y muy amiga de mi compañero de ministerio Angel Corros. El ambiente cambió del formal ambiente de trabajo cliente-empresa, a un ambiente más distendido, entre personas que son de una misma familia espiritual.

Y es que el mundo evangélico es un pañuelo, y el Señor es soberano en este mundo.