viernes, agosto 25, 2006

¿Por qué nos preocupamos?

Es algo que no entiendo. Tal vez sea por la incertidumbre, no sabes lo que va a pasar, entonces te imaginas lo peor. O no te imaginas nada, pero sospechas que lo que ocurrirá será terrible, malísimo.
Eso es lo que me pasó ayer y hoy. Yo estaba tan tranquilo, cuando nos dieron dos malas noticias sobre cosas sin importancia, reparaciones domésticas, de las que una se va a solucionar por poco dinero, y otra se ha solucionado sin apenas daños y me lo ha pagado el seguro.
Lo segundo fué que le mojé el techo a la vecina de abajo, en realidad no le he hecho daño porque parece que tiene su casa plastificada, y no sólo eso, sino que he descubierto que tengo unos buenos vecinos, razonables y pacientes, y ha salido una buena relación de mutua simpatía.
Pero claro, eso no lo sabía anoche cuando me metí en la cama. Sólo sabía que "vaya día", y que lo del cuarto de baño (sí, ese cuarto de baño nuevo, recién estrenado por la reforma de casa) podía volverse un solar.
¿Es una tontería preocuparse por algo así, verdad?. Esperad a tener un mal día. Anoche me metí en la cama Y SOÑÉ DE TODO. Claro, son las preocupaciones, que no dejan que mi mente esté tranquila, además, yo soy de los que sueño mucho, ni que decir tiene que con inquietud sueño bastante, vamos, sin entrar en detalles soñé que asistía a una venta de esclavos en un concierto de música, que echaba demonios de mi casa (y eso que mi teología es... un poquito diferente a la de los exorcistas de moda), y más tonterías que me da vergüenza escribirlas.
Y al final nada. MI mente sabía que por grave que fuera no iba a ser nada, había orado y sabía que mi Padre Celestial estaba al control de todo, pero ¿por qué no se van los sentimientos de preocupación?.

Muy sencillo, porque somos carne. No somos nada, somos seres caídos. Pero, ¿y qué hace uno cuando ha hecho todo lo que ha podido y ha puesto en manos de Dios ese asunto?, a lo mejor mi respuesta os suena poco espiritual: distraerse.
¡Claro!, hiciste todo lo que pudiste, ¿verdad?, confiaste en el Señor y pusiste tu carga sobre Él ¿cierto?, pues entonces no hay mucho más que hacer, date un paseo, juega a los bolos, mira una película, ¡pero deja de darle vueltas a la cabeza!. Eso fué lo que yo hice. Y aunque la preocupación seguía allí, al menos no me mortifiqué a mí mismo con pensamientos obsesivos.
Y gracias a Dios, no sólo el asunto quedó arreglado, sino que se me ha abierto una puerta para conocer a personas que necesitan oír buenas noticias.

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