La bendición de ser parte del Cuerpo de Cristo

Hay varias cosas que quería comentar, pero que por circunstancias (básicamente trabajo), no he comentado.

Esta noche, como cada Jueves, he vuelto de mi reunión en hogares (le llamamos célula, y consiste en una reunión en una casa). Hoy en particular me sentía bien cansado, el trabajo, un jefe (de tipo medio, digamos el que justo está por encima de mí) que ha estado haciéndome difícil la existencia, una vez más vertiendo acusaciones particularmente malvadas... pero he ido a la iglesia, como muchas cosas en la vida cristiana, más por sentido de la responsabilidad que por devoción... y como muchas otras veces, he vuelto renovado, bendecido, gozoso.
Lo que me ha gustado (otra vez) es el grado de libertad que hubo en la reunión, libertad para sobrellevar las cargas unos sobre otros, para confesarnos unos a otros con sencillez y libertad, para escudriñar la Palabra, y orar unos por otros. Es una bendición experimentar la unidad y la vida del Cuerpo de Cristo, la Iglesia Amada de Jesucristo.
Y una vez más he quedado completamente humillado por una sencilla confesión de un hermano que reconocía que debía estar haciendo una cosa que no había hecho. Me resultó tremendamente sincero, honesto y ejemplar. Soy tremendamente orgulloso y dar mi brazo a torcer me cuesta mucho trabajo. Nunca dejo de aprender de mis hermanos en la célula.

En otro orden de cosas, estoy viendo con gran preocupación la carrera descendete de José L. de Jesús Miranda. Si pensaba que lo había visto tocar fondo en la bajeza de sus afirmaciones, vuelvo a quedarme sorprendido. Hoy escuchaba una de sus repetitivas, confusas y violentas monsergas, e hizo referencia a sus penosas palabras en (Puertorico?) donde insultó a los católico-romanos, al obispo de Roma, etc... por un momento pareció que se arrepentía, pero era pura farsa, volvió a decir palabrotas y majaderías.
Lo curioso es que, a pesar de la maldad de sus gestos e insultos, ¡se está conteniendo!. He leído en internet que una entrevista para la radio en la que aparecía un sacerdote romanista, aprovechó para "vomitarle" insultos y maldades, acusaciones de ser homosexual y un lenguaje soez ("si eres hombre lo que tienes que hacer es XXXXX a una mujer, o mejor, a dos", le dijo).
Miranda, como muchos otros líderes autoritarios, es el centro de su propio universo, la medida de todos sus actos, basta con que le den un poco de poder para que saque toda su arrogancia, maldad, egoismo y violencia. Muchos que lo han tratado de cerca, lejos de la sonrisa que pone ante las cámaras han comprobado lo soberbio que es. Y lo que es peor, va a más, cada vez hace algo más extravagante, o suelta un discurso más violento.
Personas como esta ya hubo, y créanme, vinieron y se fueron, dejando una gran desilusión, en cambio el Señor Jesucristo nunca falla, aunque los hombres sí lo hayan hecho. Él es siempre fiel y nunca cambia. Pero algunos prefieren a Barrabás que a Cristo.