miércoles, agosto 30, 2023

La obra del Espíritu de Dios

 Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.

1 Corintios 12:3 RVR1960


LA OBRA DEL ESPÍRITU DE DIOS


Cuando el apóstol Pedro reconoció que Jesús no era Elías, ni ningún otro profeta, sino el Cristo, Jesús le dijo que aquello no era algo que le hubiese dicho nadie, sino que se lo había revelado el Espíritu de Dios (Mateo 16:17) ese conocimiento le fue dado por la actividad invisible del Espíritu Santo, dándole la claridad y la certeza acerca de quién es Jesús. Hoy en día el Espíritu Santo sigue haciendo lo mismo en las mentes y corazones de hombres incrédulos. 

2. La obra del Espíritu Santo es muy misteriosa. No podemos obligar al Espíritu a hacer algo, pero sí podemos entristecer y alejar al Espíritu Santo. Nuestro pecado personal (Ef 4:30), por ejemplo, la rivalidad, las venganzas personales, el orgullo que nos mueve a enfrentarnos a otros, y toda clase de pecado alejan al Espíritu de nosotros. Una persona que desea ser espiritual debe ser sumamente cuidadosa, vigilando si interiormente se está desviando de los caminos de Dios.

3. Cuando la actividad interior del ser humano está agitada por deseos egoístas, rivalidades y orgullo, el Espíritu de Dios deja de actuar en él. En cambio, un espíritu afable y apacible, o como dice la NTV “tierno y sereno” (1 Pe 3:4) es de mucha estima a Dios. Nuestra actitud interior puede abrir el camino para la obra invisible de Dios en nosotros. La Escritura dice que una persona mansa, dócil y sujeta a la Palabra de Dios es una persona en la que Dios se complace, y es por lo tanto alguien en quien el Espíritu podrá manifestarse.

4. Mientras que la cuestión acerca de quién era Jesús era un motivo de conflicto, nadie podía discernir la verdad, sin embargo, Pedro pudo entender quién es Jesús gracias a la obra invisible de Dios.  Necesitamos aquietar otras voces que tapan la voz de Dios, necesitamos ser humildes y reconocer con franqueza nuestros pecados, y tener una actitud mansa y obediente ante Dios, sólo de esa manera Dios puede obrar, haciéndonos pequeños para que Él nos levante. No podemos llegar a la convicción de Quien es Jesús con el poder de nuestra mente, sino llevados de la mano por el Espíritu de Dios, y tampoco podemos transitar por la vida cristiana con el poder de nuestra carne (nuestro esfuerzo natural - Juan 6:63a) sino por el poder de Dios Quien se manifiesta a los humildes y desecha a los orgullosos.


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