Esta es una nota personal para mí mismo: es mejor cocinar y comer a continuación que recalentar la comida. No está mal si tienes una emergencia, pero lo recién hecho sabe mejor.
Me refiero a la preparación de mensajes. Tras una semana de viaje a Rumanía en la que he tenido la ocasión de hablar en varias ocasiones, he aprendido (espero) una valiosa lección: la del fracaso. No me han gustado los mensajes que he dado. Cuando terminé de hablar sabía que el mensaje carecía de alguno de los tres elementos que Leonard Ravenhill dice: inmensidad, intensidad, y eternidad.
El próximo Domingo en otro lugar. Iba a predicar un mensaje que prediqué hace unos meses en Cabanillas. Voy a usar el mismo texto, pero lo estoy cocinando de nuevo. Quiero que sepa mejor.
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