Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
S. Mateo 22:36-39 RVR1960
AMAR A DIOS
En medio de los 613 mandamientos (mizvots) que los judíos habían extraído de la ley de Dios, había opiniones muy diversas sobre cuales eran los más importantes. Algunos habían llevado al extremo de desatender a sus padres con la excusa de estar haciendo una ofrenda al Templo. Jesús, como dador de la Ley a Moisés por cuanto es Dios mismo hecho hombre, no sólo interpreta la Ley, sino que da sentido a la Ley con una autoridad que los maestros no podían tener.
2. Dios es el centro del mandamiento, es el fin y es el propósito. Los mandamientos se debían en dos, los punitivos (expresados en forma de prohibiciones) y los asertivos (expresados de forma imperativa, como órdenes), el mandamiento principal no es una prohibición. Si en el centro de tu vida espiritual el servicio es más importante que Dios, es que has perdido el norte. Si eres tú, es que has dejado a Dios. La adoración es orientar nuestro ser a Dios.
3. Amar a Dios es el mayor mandamiento, pero ¿cómo podemos amar a Dios? ¿podemos amar a alguien sin conocerle?, es posible que conocer a alguien nos lleve a despreciar a esa persona, o incluso a aborrecerla, si es que esa persona es digna de desprecio. Pero conocer a Dios tiene como consecuencia necesaria amarle, porque todo en Él es admirable, todo en Él es asombroso y noble, cuanto más conozcamos a Dios más le amaremos, y así estaremos cumpliendo con el tributo que el Dios del Cielo se merece.
4. La medida del amor a Dios. Aquel que es poco digno de amor es amado poco, aquel que es digno de nuestro amor es intensamente amado. Dios debe ser amado en sentido máximo, con todo el corazón, con todo el poder de nuestra mente, es decir, esforzándonos por conocerle y entenderle, pero también con todo el poder de nuestras emociones. Él no merece un amor tibio o desganado, Aquel es que puro amor y que nos ama cuando nosotros estábamos en nuestros delitos y pecados merece ser amado en respuesta. Aquel que entregó a Su Hijo para que fuera hecho maldición y aplastado por el peso de la Ira justa de Dios, nos pide que nos ama, ¡con razón le amamos! (Cantares 1:4). No te centres en tus emociones, ya que el poder para amar a Dios no está en tí, sino en el mismo Dios, céntrate en tu conocimiento de Dios, en tus meditaciones en Aquel que es eterna misericordia.
5. Amar a Dios es reflejar a Dios. Todos nos volvemos un reflejo de lo que amamos. El objeto amado se apodera de nosotros transformándonos en su semejanza. Imitamos lo que amamos porque ocupa nuestra mente, y si amamos a Dios amaremos a otros porque Él ama a todos. Es incoherente afirmar que uno ama a Dios y nos siente ni siquiera compasión por otros, si el Dios de amor te ha ganado, la identificación con Él será total.
¿Conoces a Dios? no te contentes con un pobre conocimiento de Dios, sirvan como señal de alarma tus afectos. Deja que el conocimiento de Dios sea el estudio de tu vida, la preparación para la eternidad que te espera junto a Él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario