Una voz dijo: «¡Grita!». Y yo pregunté: «¿Qué debo gritar?». «Grita que los seres humanos son como la hierba. Su belleza se desvanece tan rápido como las flores en un campo. La hierba se seca y las flores se marchitan bajo el aliento del Señor. Y así sucede también con los seres humanos. La hierba se seca y las flores se marchitan, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre».
Isaías 40:6-8 NTV
TODO PERECE
En estos días la llamada predicación, en el mejor de los casos, presenta a Cristo como Salvador, pero no presenta la tragedia que es el pecado. El juicio de Dios sobre el pecado es un juicio justo, porque Dios es perfectamente justo. El tamaño de la ofensa que es el pecado es proporcional a la dignidad del ofendido, no es lo mismo una falta de respeto a un soldado británico que a la reina de Inglaterra, de la misma manera una ofensa al glorioso Dios es inmensa, porque la dignidad de Dios es inmensa.
2. El juicio al ser humano. Los días del ser humano son muy pocos, a los ojos de Dios son como cierta hierba que crece en el desierto por la mañana y al final del día el calor la termina extinguiendo. Nosotros somos así, seres pasajeros, nuestra vida es corta, antes que nosotros hubo muchos otros mucho más poderosos y ricos que nosotros, pero perecieron y nadie apenas los recuerda. Este es un juicio de Dios pronunciado en Edén, donde se nos dijo que el día que desobedezcamos a Dios “ciertamente moriréis”. Y estamos muriendo, lentamente, desde que nacemos. Dios ha puesto límites a la maldad del ser humano poniendo límites a su vida.
3. Frente a la temporalidad del ser humano se nos presenta la eternidad de la Palabra de Dios. Generación tras generación la Palabra de Dios ha permanecido, inmutable, los hombres han pasado, pero la Palabra de Dios permanece. Dios ha querido enviarnos Su Palabra para que podamos volvernos a Él, para que podamos conocerle a Él y conociéndole tener vida. En estos últimos tiempos Dios nos ha enviado a Su Hijo, Jesús, Quien es la Palabra hecha hombre, Dios mismo, mensaje y mensajero en la misma persona, tan cerca de nosotros ¡que vivió entre nosotros!
4. Cada uno de nosotros debe pensar seriamente en dos cosas: la certeza de su muerte, y el Dios que le invita a volverse a Él. No pensamos demasiado en nuestra muerte, tampoco pensamos seriamente en nuestra muerte, hacerlo es un ejercicio saludable que hace que se desvanezcan las cosas sin importancia que nos preocupan y podamos entender cuales son las importantes. A menudo vivimos preocupados por asuntos sin importancia y descuidamos lo esencial. Pensar en lo pronto que pasa nuestra vida nos ayudará a ser conscientes de lo frágiles que somos. Pensar en la oferta de paz que viene de lo Alto nos ayudará a entender nuestra necesidad del perdón que se nos ofrece por medio de Jesús. Amigos, huyamos de esa locura que es pensar que nada va a cambiar: TODO va a cambiar para nosotros antes de lo que pensamos, pero Dios nos ha invitado a tener amistad con Él, nos ha abierto su casa para que seamos parte de su familia. Doblemos nuestras rodillas ante Aquel que es la Palabra hecha hombre, que por su muerte nos liberó del pecado y la muerte, y por su resurrección tiene poder para hacernos interiormente libres de la esclavitud del pecado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario