jueves, mayo 11, 2023

La trampa de la religiosidad

 Príncipes de Sodoma, oíd la palabra de Jehová; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. ¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos.

Isaías 1:10‭-‬11 RVR1960



LA TRAMPA DE LA RELIGIOSIDAD


La mayor trampa de todas es la religiosidad. Pensamos que un pequeño acto de obediencia puede tapar nuestra desobediencia, creemos que podemos engañar a Dios fingiendo piedad. Este auto engaño es mucho peor que la simple desobediencia. Dios llama a Israel “pueblo de Gomorra”, ¡tan bajo habían caído! Curiosamente el templo funcionaba a pleno rendimiento, los sacrificios no cesaban y allí estaba toda la seguridad de Israel.

Quizás nosotros pensamos que nuestros cultos, nuestros coros, los magníficos escenarios decorados agradan a Dios, las ofrendas y los presupuestos abultados, porque eso es TODO lo que Dios pide de nosotros. Pero Dios pide mucho más, y eso que Dios pide es una RESPUESTA PERSONAL, a vivir conforme a Su voluntad. Cuando Dios habla de los pecados de su pueblo habla del pecado de personas individuales que son idólatras, que practican la mentira, la violencia, el robo, el adulterio, y que van al Templo. ¿Se ha convertido el templo en un refugio de ladrones, en un escondite de las malas conciencias? ¿son nuestras reuniones una tapadera para que los desobedientes nos reunamos y huyamos de la Ira de Dios?

Toda restauración comienza con la confesión de los pecados, con una confesión ESPECÍFICA de nuestros pecados y un ARREPENTIMIENTO real. ¿En qué hemos pecado? ¿practicas el auto exámen de manera regular diaria? dice la Biblia que el “El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.” Prov 28:13. 

Reconocer nuestra hipocresía es el primer paso, el segundo es reconocer al magnífico Salvador que es Jesús, el cumplió la justicia que nosotros no podíamos cumplir, para que podamos recibir el perdón que no merecemos. Él es la salvación, Él es el perdón y su muerte en la cruz es la garantía de que nuestros pecados han sido pagados.

Señor, examina mi corazón, líbrame de una actitud orgullosa que es incapaz de ver su miseria. Obra en mi, Señor, un arrepentimiento real. Cambia mi corazón, quita el orgullo y la religiosidad, hazme sensible a mi pecado, y pon en mí un deseo de hacer tu voluntad. Amén.


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