Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.
S. Lucas 13:6-9 RVR1960
La paciencia de Dios no es infinita, Él busca un cambio en nosotros, pero si ese cambio no se produce, después de múltiples oportunidades Dios pone interviene y juzga. ¿Qué es lo que Dios quiere de nosotros?
Primero: que creamos, porque sin fe no podemos agradar a Dios (Heb 11:6). Creer a Dios implica confiar en Él, confiar no sólo en sus buenas intenciones, en su sabiduría para escoger lo mejor para nosotros y en su capacidad para cumplir sus promesas.
Segundo, Él busca que conformemos nuestra vida a Su voluntad (Lc 3:5), no quiere que simplemente escuchemos predicaciones (Stg 1:22), leamos la Biblia y le ignoremos (Stg 3:1) ya que eso hará que seamos juzgados con más rigor, Él quiere que, como la viña, produzcamos en nuestra vida un cambio que refleje a Cristo Jesús, su carácter, su vida.
Esta enseñanza tiene además un juicio severo, si Dios no ve los cambios, tras darnos oportunidades y ocasiones de crecimiento, él nos “corta”. No hay nada peor que recibir en vano la Gracia de Dios (2 Cor 6:1) esto es tomar los regalos que Dios nos da y pisotearlos. Es una ofensa muy grande despreciar a un rey bondadoso, cuanto más al Rey de reyes. Si Él es paciente y generoso con nosotros, no lo será siempre. Consideremos que el trato amable y generoso de Dios hacia nosotros nos impulsa al arrepentimiento y al cambio (Rm 2:4).
El reto para hoy es considerar la paciencia y bondad de Dios hacia nosotros y detectar en qué áreas de nuestra vida nos estamos revelando.
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