jueves, abril 18, 2013

La iglesia bautista de Westboro

He terminado de ver los reportajes del periodista de la BBC Louis Theroux (los tenéis en Youtube) titulados: "La familia más odiada de América". Este grupo tiene muchísima cobertura mediática ya que suelen aparecer con llamativas pancartas en funerales de soldados muertos en combate, o en el día del orgullo gay. Estas pancartas son muy directas: "Dios odia a los maricas" (deliberadamente no usan la palabra gay, cuyo significado es "alegre" o "feliz"), o "Dios odia America", "Las bombas de Boston fueron un juicio de Dios".

La TV, en busca de lo escabroso. Por desgracia, los medios de comunicación sólo tienen ojos para los personajes más excéntricos. Si juntas a cinco cristianos, cuatro de ellos personas normales, fieles, amantes de su prójimo, y  el último un tipo perturbado, que dice que oye a Dios, o que ve mensajes de Dios en las manchas de humedad de la pared de su baño, que no os quepa la menor duda que será este último el que saldrá en TV. Ese es el problema de la TV, no le gusta la verdad, sino que desea entretener.

Juicios de Dios detrás de cada catástrofe. Es posible que algunos se sientan atraídos por el mensaje del grupo de Westboro, hablan de un Dios soberano, moral, que ejecuta Sus juicios sobre naciones que han caído moral y espiritualmente. Es cierto. Pero cuando leemos en la Biblia de los juicios de Dios sobre naciones como Asiria, o Babilonia, ¿podemos nosotros hablar con la misma autoridad que los profetas para decir que el 11S fue un juicio de Dios?. Quizás alguno podría decir que probablemente sea un juicio, pero de ahí a afirmarlo hay un mundo.

No quiero ni imaginar lo que sentiría una madre que ha perdido a su hijo en combate, leer una pancarta que diga que Dios mató a su hijo. ¿Qué pretende la familia Phelps?. Desde luego, ese tipo de mensajes no atraen a la gente hacia Dios, sino que la enfurecen y la alejan de Él.

Ok, pero basta de hablar de los Phelps. ¿Qué hay de nosotros?, quizás pueda anidar en nosotros ese orgullo espiritual al que el Señor Jesús llamaba "levadura de fariseos", ese pecado que te hace pensar que eres espiritualmente superior a otros, y que los demás no merecen el amor de Dios.

¿Es posible que hayamos hablado a los incrédulos sin una pizca de amor?. ¿Es posible que nos hayamos sentido satisfechos con las personas que van al Infierno sin tener conocimiento del evangelio de salvación?. ¿Es posible que no nos sintamos conmovidos por el desastre que supone que tantas personas vayan a la eternidad sin Dios?. Sí, es posible.

El Dios de la Biblia es un Dios justo, Santo, severo, ¡peligroso!, pero también es un Dios que no desea la muerte del impío, que es paciente, deseando que todos vengan al arrepentimiento. Es el mismo Dios que habló con firmeza y con ternura a la adúltera, que expuso a los fariseos, y que restauró al apóstol Pedro.

Dios no nos permite hablar sin amor, juzgar sin dejar de considerarnos a nosotros mismos. El homosexual, el abusador de niños, y el cristiano tienen una cosa en común: sin el perdón de Dios están condenados, sin los méritos de Jesucristo están bajo la misma Ira, así que ¿de qué sirve alegrarnos de que otros caigan, estando nosotros bajo la misma condición?.

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