Hoy todo es muy diferente. Estamos encuadrados en lo que se conoce como el modernismo. Aquí se mira con recelo al que discute, aburren los argumentos. Es un mundo de convivencia donde todo se acepta. Pero los jóvenes siguen vacíos, insatisfechos y buscando. No quieren sermones ni "versículos mágicos", quieren modelos. No quieren clases de escuela dominical, sino alguien que camine con ellos, y que por medio de su manera de vivir ejemplifique las verdades que predica.
Se comete un error al trabajar con jóvenes, y es que los viejos modernistas pensamos que podremos convencerlos con nuestros argumentos y demostraciones bíblicas. Ellos no quieren eso, desean que te sientes con ellos, que vivas con ellos, desean observarte y ver cómo vives lo que crees. Es un proceso más lento, un precio más alto ya que supone pagar el precio de implicarte en sus vidas. Pero es mucho más satisfactorio, más profundo y más necesario que nunca.
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