sábado, agosto 13, 2011

Un mundo hacia el totalitarismo

Un mundo hacia el totalitarismo

Los actos vandálicos en Reino Unido están haciendo que miremos al corazón de una sociedad podrida. Por supuesto, en el ámbito de lo políticamente correcto la frase estándar es: "el problema es la pobreza" o "son jóvenes sin futuro, tenemos que comprender la situación". Pero esto no son más que frases vacías que hacen quedar a los políticos en campaña. Pero no se corresponden con la realidad, los jóvenes roban televisores, padres e hijos roban botellas de alcohol (esto ha salido en la prensa) y jóvenes de buena familia han sido detenidos, no tenían necesidad de robar, y ante el juez afirmaron que "había sido el día más emocionante de sus vidas".

¿Qué es lo que ocurre?.

El centro del asunto es lo que los teólogos reformados han llamado la doctrina de la "depravación total", lo cual quiere decir que cada ser humano es perfectamente capaz de los peores crímenes si se dan las circunstancias necesarias. No necesitamos estímulos, el mal está en nosotros, no necesitamos que el hambre nos empuje: disfrutamos haciendo el mal.

Por supuesto la educación y la presión social pueden frenar nuestras latentes inclinaciones. Una sociedad que carece de otros valores fuera de la tiranía de "lo políticamente correcto", que no premia es esfuerzo, que no castiga al malvado, que exalta los vicios más que las virtudes y que piensa que los valores absolutos son esencialmente dañinos, es una sociedad enferma.

La gran pregunta es: ¿qué ocurrirá dentro de cinco o diez años?, que ocurrirá en un mundo en el que los jóvenes sin valores que lo han tenido todo sean los padres y abuelos de una generación igualmente vacía y alimentada por los mismos programas de TV.

Personalmente creo que pendularmente nos dirigimos a un nuevo totalitarismo, una nueva forma de absolutismo ideológico que nutra con ideas, valores y metas a las masas que van sin rumbo en la vida. Sólo falta un elemento: la crisis. Una crisis que nos haga clamar por un liderazgo de mano dura, un liderazgo personalista carismático, que sea exaltado y cuyos discursos embriaguen a la generación sin ideas.

De todo esto nos habla la Escritura, de personas que desecharon la verdad y por lo tanto abrazan la mentira. De un nuevo liderazgo global capaz de liderar un mundo sin rumbo. Y de un mundo que está escribiendo los últimos capítulos de su historia, los más oscuros, los más tristes.

¿Derrotismo y resignación?.

Lejos de eso creo que el evangelio de Jesucristo tiene una oportunidad de oro para poder alumbrar las vidas de personas cuyo horizonte es terrenal y vacío. En el pasado el énfasis era el mensaje, nos gustaban los sermones, los eslóganes. Pero eso hoy no sirve. Hoy en día es la persona que encarna el mensaje la que se convierte en emisario de buenas noticias. No un mensaje, sino la encarnación de una forma santa de vivir.

El paradigma ha cambiado del predicador al maestro, del orador a la relación maestro-discípulo. Una manera profundamente más bíblica, más semejante al modelo de Jesús y los doce.




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