miércoles, agosto 21, 2024

¿Es la batalla cultural una guerra espiritual?

 


Estamos inmersos en una batalla ideológica sobre la identidad, el sexo, los roles, el papel del Estado, y el modelo de familia entre otras cosas. Pero ¿es todo simplemente una cuestión política o de estilos de vida? Desde la cosmovisión cristiana todos esos asuntos son trascendentes y son espirituales. Nuestra batalla no es ideológica, tampoco es una cuestión de moral conservadora, como algunos parecen entender, sino de nuestra relación con Dios, sobre la naturaleza de Dios, cómo se relaciona con nosotros, y cómo es el ser humano.

La ideología despierta (Woke, en inglés) niega que existan las distinciones. Categorías como hombre o mujer están desvinculadas de la biología. En algunos extremos se cuestiona la especia (trans especie), pudiendo escoger ser una oveja, o un perro. Es decir, el ser humano es la autoridad definitiva y capaz de escoger su identidad, y por lo tanto su propósito, nadie define su identidad ¡él mismo puede decidir! O lo que es lo mismo: no hay más Dios que yo mismo, no hay autoridad superior, ni nadie por encima de mí, yo escojo mi identidad porque no hay Creador, ni tengo que dar cuentas a nadie, ni nadie sabe mejor que yo quien soy. 

Esta clase de Revolución comenzó en Edén, y quien dice revolución dice rebelión. La serpiente antigua le dijo al hombre que el orden se puede subvertir, que Dios nos oculta información con malas intenciones. Génesis 3:5 dice: “sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”. O dicho de otra manera: al ignorar la autoridad de Dios y desear cambiar el orden que ocupamos, estamos evolucionando, progresando, subiendo un peldaño en nuestro nivel de conciencia. Es un camino que Lucifer lo conoce, porque es lo que él ha hecho: 

“Después recibí este mensaje del SEÑOR: «Hijo de hombre, dale al príncipe de Tiro este mensaje de parte del SEÑOR Soberano: »“En tu gran arrogancia afirmaste: ‘¡Soy un dios! Estoy sentado en un trono divino, en el corazón del mar’; pero eres sólo un hombre y no un dios, aunque te jactes de ser un dios”. 

(Eze 28:1-2)

La profecía de Ezequiel es dual, en términos inmediatos se refiere al gobernante de Tiro, pero más adelante leemos que habla de la rebelión de Lucifer, vers. 13 “estabas en el Edén” ver. 14 “te ordené y te ungí como poderoso guardián. Tenías acceso al monte santo de Dios”. En conclusión, la rebelión de los “despiertos” tiene su raíces en una rebelión mucho más antigua, de tipo espiritual, una rebelión que tiene a Dios como enemigo, y que busca arrastrar no sólo a una tercera parte de los ángeles sino a la humanidad entera a la perdición (Ap 12:4). 

Las consecuencias de esta rebelión son inmediatas y sus repercusiones eternas. En el Edén el ser humano quedó herido en su cuerpo, en su psique y en su espíritu, quedando la totalidad de su naturaleza dañada, enemistado con Dios (Ef 2:3) y aborreciendo a Dios (Rm 1:30). En la actualidad esta rebelión cauteriza la conciencia de los seres humanos (1 Tim 4:2), ciega al evangelio, haciendo que seamos incapaces de ver cual es nuestra vía de escape a la perdición. La trampa diabólica es una mentira bien construida y eficaz, es asociar lo que eres, tu más profunda identidad a una falsedad, y nadie querrá romper el poder de ese engaño sin romperse a sí mismo.

El evangelio de Jesucristo busca revertir la maldición de la mentira, la seducción del diablo, y las heridas que provoca el pecado. Este mensaje del evangelio es PODER DE DIOS PARA SALVACIÓN A TODO AQUEL QUE CREE, y este mensaje dice que Jesucristo es Salvador, que en Su Nombre hay perdón, y que Él trae libertad a los que son esclavos de las mentiras del Edén. El Salvador no sólo nos trae una identidad, sino una nueva relación con Dios nuestro Padre, no en base a lo que nosotros podamos hacer, sino en base a lo que Él ha hecho, pagando por nuestros pecados en la Cruz, ¡bendito mensaje de salvación!

Que nadie te engañe: tu naturaleza es en parte espiritual, tu identidad es espiritual ya que Cristo Jesús murió en la cruz para reconciliar a pecadores con Dios, y hacerles hijos. Recuperar nuestra relación con nuestro Creador es TODO, es volver a la felicidad perdida de una relación con un Padre celestial al que nunca conocimos, pero que por medio de Jesús podemos conocer.


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