Venid, ved las obras del Señor, que ha hecho portentos en la tierra, que hace cesar las guerras hasta los límites del mundo, que quiebra el arco, corta la lanza y quema los carros en el fuego. «Estad quietos y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra».
SALMOS 46:8-10 RV2020
Mientras escribo esto se están produciendo varias guerras en el mundo, una de ellas, la que enfrenta a Rusia y Ucrania, tiene visos de estar enquistada, marcando a una generación de familias para siempre. Por otro lado en Nigeria mis hermanos cristianos están siendo masacrados de forma extremadamente cruel. Las guerras no se han detenido desde que Caín levantó la mano contra su hermano para matarle. El siglo XX, en particular, ha sido el más sangriento de nuestra historia, con una cifra de muertos nunca vista.
2. Cuando el ser humano se apartó de Dios el juicio fue claro: ciertamente moriréis. La muerte ha reinado en los días del hombre, como una especie de faro oscuro que da testimonio de que nos alejamos de nuestro mayor bien: Dios. Nuestro Creador fue nuestra felicidad, nuestro todo. Junto a Él encontramos sentido, propósito y gozo. Y lejos de Él hemos encontrado todo lo contrario. Qué estupidez tan grande es alejarse de Aquel que procura nuestro bien, que es nuestro hogar y nuestro sustento, negarle es negar lo que una vez fuimos, pero podríamos haber sido.
3. Pero Dios mostró su Gracia enviándonos a un Salvador, ¡y qué Salvador! el príncipe de paz, ¡Dios con nosotros! no lejos de nosotros, sino con nosotros y en nosotros. Este Salvador vino a nosotros ¡y nosotros le rechazamos!, es más, nosotros le matamos. ¡No merecemos este perdón! pero Dios da mayor Gracia. Jesús es nuestra reconciliación, una puerta al perdón. Nuestros crímenes contra Dios no podían quedar sin castigo, y no quedaron sin castigo: Jesús los pagó.
4. Ahora, este príncipe de paz reina, Él ha derrotado al diablo, a la muerte y a la maldición de Edén. Nuestra sentencia legal ha sido absuelta en Él, por eso necesita buscar nuestro Edén perdido en Jesús, porque Él es nuestro camino de vuelta a casa. Necesitamos ponernos de rodillas y reconocer con claridad nuestras culpas, necesitamos levantar los ojos a este Jesús crucificado y resucitado que es el pago de nuestra desobediencia, y necesitamos ponernos de pie y andar sujetos a Él, reconociendo Su autoridad en cada aspecto de nuestra vida. La paz de Dios entra en nuestras vidas y es anunciada a todo ser humano.
5. Esperamos un día cercano en el que el Príncipe de paz sea manifestado a todos. Este Jesús irrumpirá en la historia, rasgando el velo que separa nuestro mundo caído del mundo espiritual y caerá como un juicio sobre los gobiernos de este mundo para tomar el poder que sólo Él merece. La paciencia de Dios tiene límites, si bien es cierto que estos milenios son una muestra de la amplitud de la misma, Jesús volverá para salvar a los que le esperan. Y nosotros esperamos nuestra completa redención. Y por fin la tierra descansará de la guerra, y este horror sólo será un recuerdo lejano.
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