martes, diciembre 05, 2023

Amargura


“Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”

Hebreos 12:15 RVR1960


¿Es posible que alguna haya sido realmente salvo pero que puntualmente no esté disfrutando de los beneficios de esta? ¿Es posible que el creyente sea distraído de la fuente de Gracia y se centre en la fuente de amargura, su corazón?

2. La vida espiritual es un acercamiento continuo a la Gracia de Dios. Teniendo una naturaleza pecaminosa, necesitamos con más razón ser renovados una y otra vez en la Gracia de Dios, volver a experimentar el perdón y la frescura espiritual. El creyente que descuida su comunión con Aquel que le salvó, se arriesga a perderse el disfrute de esta salvación, viviendo la pobreza espiritual y un abandono que no le corresponde. ¿Por qué sufrir hambre lejos de la casa del Padre cuando sus jornaleros tienen abundancia de pan? 

3. Una de las razones del descuido espiritual es la amargura. La falta de perdón, el rencor, rumiar una y otra vez los agravios, repasar listas de ofensas, o recordar las veces en las que otros no estuvieron a la altura de nuestras expectativas nos consumen, nos aleja de Dios, nos impide disfrutar de la Gracia.

4. Cuando el pueblo murmura contra Moisés inician una conversación en la que Dios no está presente. Hablan entre ellos de la abundancia que disfrutaban al ser esclavos en Egipto, atribuían a Dios y a Moisés la intención maligna de querer matarlos en el desierto, y buscaban una solución “democrática”: designar un capitán y volver a la esclavitud. Nosotros también tenemos un diálogo interior, una conversación interna que se puede volver tóxica si la Palabra de Dios está ausente, si Dios no está presente, y si la voz cantante la tiene la desesperación. Entonces abrimos una puerta a nuestro infierno interior, a voces llenas de acusación, pero sin auto crítica, nos regodeamos una y otra vez en las heridas imaginarias o reales. Este es el entorno ideal para el crecimiento de una pequeña raíz de amargura. Entonces la raíz se transforma en planta de odio, y esta crece hasta ser un bosque de rencor. 

5. En lugar de ese diálogo sin Dios necesitamos orar. En lugar de hablar como los israelitas en el desierto, que hablaban entre ellos, debemos hacer como Job, Ana, o David: hablar con Dios, presentar a Él nuestras quejas, dar rienda suelta a nuestros agravios y ser sanados por Él.


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