lunes, diciembre 09, 2013

Piensa en tu futuro

Quiero compartir con vosotros una historia personal de un librito que cambió mi vida. El Señor me encontró cuando yo tenía 18 años de edad. Mi vida antes de conocerle había sido complicada y como creyente vivía de manera muy vacilante, con un pie en el mundo, y otro pie en la iglesia. Para mayor vergüenza, yo era líder de un pequeño grupo de jóvenes y mi testimonio no era el mejor. Sencillamente no era capaz de dejar esa doble vida.

Cuando mis amigos me llamaban para salir, no podía decir que no. Dejadme aclarar esto, no es que me emborrachara con ellos (eso lo había dejado atrás), pero sí que estaba con ellos, cuando mi lugar no se encontraba allí.

 El día 1 de Mayo, aprovechando la festividad del trabajo, las Asambleas de hermanos de Andalucía aprovechábamos para reunirnos y tener un día de enseñanza y comunión. Ese día 1 de Mayo salí con los hermanos de mi iglesia y en uno de los puestos de libros que allí había adquirí un pequeño ejemplar de un libro escrito por Guillermo McDonald, un hermano del que ya había leído otros libros antes.

 Empecé a leer ese libro de camino a casa, y lo terminé estando en mi casa. Fue tal el impacto que me hizo, las preguntas que me plantéo calaron tan hondo que el Señor me movió decidir qué hacer el resto de mi vida y el tipo de persona que quería ser. Poco después de terminar la lectura, mientras estaba reflexionando lo que había leído, sonó el telefonillo, era mi hermano y mis amigos que me llamaban para salir a las festividades de Granada conocidas como “El día de la cruz”, una especie de feria local por toda la ciudad. Lo tuve tan claro que no tuve duda ni pesar en decirle que no iba a salir con ellos. Se quedaron estupefactos.

Días después mi madre quiso hablar conmigo:
 -Tu hermano está enfadado contigo, ¿por qué has dejado de salir con él y sus amigos?. Le expliqué a mi madre que había pensado seriamente en mi futuro y cómo quería emplear mi tiempo, siendo útil para Dios y para mí mismo. Ella no lo entendió.

 Mi vida desde entonces ha sido una aventura de fe llena de momentos muy felices, sirviendo con personas a las que admiro profundamente. Volví a Sevilla donde comencé un grupo de jóvenes, los dos primeros integrantes eran dos jóvenes de fuera de la iglesia, prácticamente chicos de la calle. Como lo único que sabía cocinar era Spaguettis, nos reuníamos para comer pasta y para leer la Biblia y hablar de temas espirituales. Se le añadieron algunos jóvenes más y disfrutamos mucho. Pero por temas de trabajo tuve que instalarme en Madrid.

 En la segunda semana estaba yo bastante triste, preguntándole al Señor por qué me había llevado a Madrid, cuando tenía tanto que hacer en Sevilla. Estaba en la línea 2 de Metro mientras pensaba estas cosas, y leía de nuevo “Piensa en tu futuro”. Entonces un señor se acercó a mí preguntándome:
 -Disculpe, ¿ese libro que está usted leyendo está destinado a personas creyentes, o no creyentes?. La pregunta me vino de improviso. Le respondí que era tanto para creyentes como no creyentes. -Muchas gracias, ,espero no haberle molestado. Yo, que soy bastante torpe y lento en reaccionar pensé: “¡Señor!, no es posible, alguien se me acerca con una pregunta y no puedo perder la ocasión de hablarle”.
 -Disculpe- le dije- ¿se considera usted creyente?.
 El señor se quedó unos segundos reflexionando. Tenía un acento francés y venía de un país musulmán, me explicó.
 -En mi país he conocido a hombres que hablan de Dios y me han hecho mucho daño, aunque también he visto los hospitales y las cosas que hacen los cristianos, así que no sé qué pensar. En ese momento anunciaron por los altavoces la próxima parada.
 -Discúlpeme, pero es mi parada y me tengo que marchar- dijo el hombre extendiéndome su mano. ¡No sabía qué hacer!, ojalá hubiera tenido algo de literatura a mano para darle, pensé. Entonces miré mi apreciado librito: “Piensa en tu futuro”, y se lo entregué.
 -Tenga, quisiera que lo leyera.

 El hombre miró el libro fijamente en silencio, emocionado, y me dió las gracias. Se fue y nunca lo volví a ver. Le pido de todo corazón a mi Dios que llegara a conocer a Jesucristo. Aquel episodio me quitó la tristeza y la frustración, pensaba: “quizás el Señor me trajo a Madrid para hablarle a este hombre. Si es así vale la pena”.

Aunque el Señor me ha puesto a muchas otras personas en mi camino. Más de quince años después pude encontrarme con una reedición de este precioso librito, en un retiro de jóvenes de Asambleas de hermanos. Compré nueve ejemplares con la idea de regalarlo a los jóvenes de mi iglesia (¡aunque me he quedado con ganas de adquirir más!). Es sorprendente el bien que puede hacer la buena literatura, y cómo puede cambiar vidas.

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