Ayer mi querida enfermera y un servidor fuimos al teatro a ver la obra de teatro "Yo, El heredero" del autor Eduardo de Filipo. Nos ha encantado. Quienes entren en la obra esperando ver una comedia se irán llevando una sorpresa, no tanto por el desencanto sino por la profundidad del mensaje de la misma.
Una adinerada familia dedicada a la caridad, y tremendamente pagados de sí mismos hablan de lo generosos que son y de la importancia le dan a la caridad. Pero esa ilusión de falsa bondad se verá hecha pedazos con la llegada del heredero.
¿Hacemos un favor a aquellos a quienes ayudamos, o les estamos haciendo dependientes de nuestra asistencia?, ¿en qué medida la caridad es una manera de matar la iniciativa de alguien?, ¿hacemos el bien porque amamos al prójimo o por la gratificación que nos producen las alabanzas de los demás?.
Estas son preguntas muy serias que la obra trata muy seriamente, un misterio que se va revelando poco a poco y en el que la apariencia se va desvaneciendo, dejando una realidad desagradable, moralmente terrible, y de un egoismo zafio.
Cuando el Señor Jesús anduvo por este mundo se enfrentó en toda su crudeza a esta hipocresía, en concreto la peor de todas, la hipocresía religiosa. Nuestras supuestas buenas obras son, a los ojos de Dios, lo más sucio que te puedas imaginar, son los motivos que nos ocultamos a nosotros mismos los que empañan la bondad de la que alardeamos. Sólo hay un tipo de obra que nos permite alcanzar la justicia y el favor de Dios, esa obra es la fe en los méritos de Otro, de Cristo Jesús, el justo, y el que justifica a aquellos que reconocen su maldad y lo hacen Señor y Salvador en sus vidas.
Diario personal de Julio Martínez, autor de la página estudios-biblicos.org, así como del podcast Jesús en internet.
miércoles, septiembre 21, 2011
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