La publicidad y el mundo nos afectan mucho más de lo que pensamos. Llevamos siglos de publicidad donde nos han dicho una y otra vez que nosotros nos merecemos lo mejor, que el sufrimiento será para otros, pero no para nosotros, que merecemos ser atendidos como reyes, pagar poco y recibir mucho.
Y esa actitud, sumada a un deficiente discipulado y a un púlpito aguado ha parido a un tipo de cristiano consumista. Muy consumista, y poco cristiano (o nada cristiano). Esto es, en esencia lo que cree el consumista cristiano.
Nosotros, los cristianos consumistas somos la nueva iglesia. Rechazamos el aburrido y anacrónico modelo de iglesia incompatible con nuestro alto nivel de vida. Rechazamos un cristianismo que aspira a ser el centro de todo. Somos los hijos de Rey, destinados a heredar la tierra ahora, hemos dejado la fe para recibir ya las promesas.
1. Merezco una iglesia perfecta. Para nosotros una buena iglesia es como una buena cena, todo debe estar a punto, primeros platos, postre, y servicio. No hemos venido a preocuparnos de los detalles, no hemos venido a servir, sino a que nos sirvan.
2. Merezco una iglesia animada. Sólo hay una manera para saber si una iglesia está viva y es lo animado de sus cultos. Si la música es vibrante, profesional, si las predicaciones son amenas y todo el mundo parece divertirse esa es la señal inequívoca de que la unción de Dios reposa sobre ese grupo de creyentes.
3. Merezco unos líderes serviciales. Los cristianos consumistas necesitamos modelos, queremos pastores que sepan predicar sin aburrir, que parezcan tan espirituales que me hagan sentir que son una categoría especial a la que yo no pertenezco, y por lo tanto desisto de imitar. Necesitamos idealizar a nuestros líderes, aunque eso implique que sean líderes distantes.
4. Necesito entretenimiento y cierta espiritualidad, pero que no pongan el dedo en la llaga, en MI llaga. Que hablen de la visión, de la prosperidad, pero no acerca de dar, ni de la santidad y el pecado. Queremos ser animados, pero no constreñidos, fortalecidos, pero no quebrantados.
5. Queremos manejar la iglesia, pero no involucrarnos en ella. Tenemos un largo camino recorrido, hemos visto muchas iglesias y somos capaces de ver los defectos de cada una, por eso tenemos el derecho de decidir el rumbo de la iglesia... desde fuera.
6. Cambiar de iglesia periódicamente no refleja inmadurez, sino hambre espiritual. Nosotros somos el pueblo de Dios errante, moviéndonos de una iglesia a otra, siempre buscando, pero siempre insatisfechos. No deseamos ser juzgados por ser consumistas itinerantes, deseamos juzgar.
(Seguiremos ampliando el Manifiesto, se aceptan sugerencias).
Diario personal de Julio Martínez, autor de la página estudios-biblicos.org, así como del podcast Jesús en internet.
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1 comentario:
Muy triste... muy real!
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