miércoles, noviembre 26, 2008

Los problemas "de adentro"

A veces me pongo tan negativo, que prefiero no escribir lo que se me pasa por la cabeza.

Los creyentes tenemos muchos problemas, pero los peores son, sin duda, los que nos causamos nosotros mismos. Los problemas peores, como diría Pablo, son con diferencia los "de dentro".

Por un lado algunos tienen un trauma muy dañino, ese trauma consiste en compensar en la iglesia las frustraciones y anhelos frustrados que dejaron en el mundo. Todos sabéis de lo que hablo, ¿verdad?. Por ejemplo, si tu anhelo era la grandeza, aquí, en la iglesia, sueñas con lo mismo. Te vuelves famélico de halagos, y de posiciones.

Un cargo sin carga. Otro problema: la "posición", el cargo, el estátus. Desear una posición te lleva a desear el cargo, pero sin querer todo lo que eso conlleva. Quieres el cargo, pero no la "carga" (como dicen unos buenos amigos míos). Es como querer ser bombero para fardar con el uniforme, pero cuando ves un incendio correr en dirección contraria.

El que tiene este problema se dedica a cualquier cosa, menos a hacer bien su cometido. Si es pastor sólo le gustará una parte del pastorado: la predicación, pero se mantendrá tan alejado como pueda de las personas. Y si mantiene contacto con alguien, no será con los más humildes, con los más sencillos, sino con los más adinerados y los más refinados. Y con el tiempo libre que le queda (no hay nada que deje más tiempo libre que un pastor que no pastorea) se dedica a otras tareas que nada tienen que ver con el don/oficio pastoral. Seguramente le encanten las reuniones con otros pastores, o juntas, o sesudos comités. No conozco a ningún pastor de verdad que no se aburra mortalmente en esos sitios.

Y si intenta llevar a cabo su función, seguramente será para daño de las personas a las que ministra. Una persona que ama el cargo carece de empatía, esa compasión que lleva a llorar con los que lloran y reir con los que están gozosos. La persona así sermonea a los que sufren y sonríe beatíficamente a los que se gozan. Su incapacidad le impide compartir penas y alegrías.

Hablando de distancia, una persona así NUNCA se acerca lo suficiente como para que la conozcan. Él, o ella tienen una "pose". Esa pose suele ser una imágen de seguridad absoluta y suficiencia, como si el cristianismo nunca dejara margen para las dudas, el temor, o la pena. No. Ellos son cristianos por encima de la media, y para mantener esa imágen no deben dejar que nadie se acerque a su círculo de intimidad. Si te invitan a comer verás una bonita pantomima. Son correctos, son amistosos y agradables, pero no mucho más. Los corazones no pueden tocarse y la amistad no puede prender.

En su fuero interno piensan que el ministerio es cuestión de profesionalización. Cuanto más tiempo llevas, cuanto más libros hayas leído, le habrás pillado el tranquillo. En poco tiempo te sentirás tan seguro que ni necesitarás clamar al Señor.

Y es que el mundo de ahora nos ha pillado nuestro punto débil, nuestra bala de plata. Ahora el Estado viene con dinero para nosotros, con cargos, con intermediarios. Podemos usarlo sabiamente (no estoy condenado esas cosas... si se hacen bien) o podemos usarlas para alimentar nuestras pequeñas ansias de poder.

Por otro lado hombres y mujeres de Dios han llevado a cabo obras por medio de organizaciones que han crecido. Y esos cargos también llaman la atención. Puede que alguno confunda un cargo de esos con subir un peldaño de progresión espiritual. Nada más lejos. Conozco gente muy "plana" espiritualmente en esos cargos, y humildes siervos en altos cargos.

El problema es el daño que pueden llegar a hacer. Pueden llegar a volverse serviles con los Gobiernos, pueden llegar a dejar de denunciar lo que Dios denuncia, a avergonzarse del evangelio y rebajarlo a una filosofía de "aquí hay sitio para todos". Y también pueden dejar a los heridos, a los solitarios, a los necesitados olvidados en algún rincón a la sombra de su "ministerio".

El Señor nos libre de ellos, de parecernos a ellos y de sentirnos orgullosos por no ser como ellos.

1 comentario:

Keila dijo...

Tienes razón, Julio. Oremos por ellos y miremos nuestros propios corazones para no caer. La tentación de la fama, del dinero, del "cargo", es muy sutil.

Más bien demos gracias cuando recibimos la "carga". ¿Cierto? Saludos desde México.

Sigo orando por un milagro para que algún día nos visites y nos compartas cara a cara.

La falta de dominio propio

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