lunes, junio 18, 2007

No un "cargo" sino una carga

Con esas palabras me definía una querida hermana en la fe la función de un pastor/anciano.

Conozco a personas que anhelan el pastorado sólo por el "prestigio". Una de esas personas es un amigo, que lo intentó durante años, inclusó se dedicaba a decirle a otros que él era "pastor", cuando en realidad no lo era. Participó en un intento de división de iglesia. Ahora ya apenas va a la iglesia, supongo que puesto que no consiguió lo que quería la vida cristiana ha perdido algo del encanto. Podría estar equivocado, pero no lo creo.
El otro es un jóven con el que he tenido trato de forma esporádica, desconoce por completo la triste realidad de lo que implica ser pastor, que es mucho más que predicar en público un Domingo. Se dirige al pastorado, y creo, que con una idea equivocada.
En lo que llevo de año, desde el verano del año pasado, creo que he estado involucrado en todo tipo de situaciones muy penosas. Gracias a Dios, junto conmigo están sirviendo otros dos pastores que son no sólo mayores que yo en edad, sino en experiencia, sabiduría, conocimiento de Dios y madurez espiritual.
Uno de los principales componentes del genuino pastorado (al estilo de Pablo, el apóstol) es el estar realmente involucrado en las vidas de las personas. El púlpito queda muy distante de los hermanos, si el pastorado sólo fuera el púlpito sería muy placentero. Pero estar involucrado en las vidas de las personas, hasta el punto en el que raices afectivas calan hondo en tu vida te garantiza que vas a sufrir, y a sufrir bastante... "cumplo en mi carne lo que falta"...
Este año ha habido veces que cuando sonaba el teléfono me ponía a pensar lo peor y me daban ganas de huir como un cobarde. Lo que tiene ser pastor es que pocas veces te llaman para contarte alegrías, casi todo son problemas, y de los gordos.
Si tuviera que aconsejar a un jóven que desea ser pastor, lo primero que haría sería desanimarlo, veamos de qué pasta está hecho y si sabe lo que está pidiendo, si quiere ser bautizado de un bautismo de sufrimiento y beber una copa de amargura, y luego le haría dos preguntas: "¿amas la Palabra de Dios?, ¿amas a los hermanos?". Y esperaría a ver qué me dice.

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