miércoles, octubre 11, 2023

La Ira


“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”.

Juan 3: 36 RVR60


La salvación nos ha sido dada, y no sólo la salvación individual, personal, sino con ella la restauración de todas las cosas. Ahora bien, ¿qué clase de necedad sería rechazar la cuerda que nos arrojan para salvarnos del pozo en el que nos encontramos? ¿quien sería tan necio para rechazar el único medio de su liberación? El ser humano necesita ser rescatado, su necesidad es crítica, su situación es terminal, y sólo un milagro enviado por Dios podría liberarlo del juicio justo al que se dirige por su propio mal. Ese milagro es Jesús, Quien ha venido del cielo como la escalera de salvación.

2. Es necesario creer. Si Dios nos ha dado un Salvador, es lógico que los destinatarios reciban con confianza al mismo. El simple hecho de dudar de Él es una ofensa mayor que haberle dado la espalda al Creador, de hecho no hay mayor pecado, mayor ofensa a Dios que rechazar al Hijo de paz que nos es dado para nuestra salvación. Si no has creído en el medio que Dios ha provisto para tu salvación lee de la vida y hechos de Jesús, si ya has creído en Él ¿te contentas con la fe que tienes ahora? ¿crees que es suficiente? aún puedes afianzar más y más tu confianza en Él, porque en la medida en la que tu confianza aumente, así aumentará el disfrute de esta salvación.

3. La Ira de Dios es justa. La ira de Dios es la manifestación de la santidad de Dios frente al pecado, en ella no hay un átomo de injusticia, tampoco es una Ira movida por emociones cambiantes, porque Dios es siempre el mismo. La Ira no tiene otra objeto sino el pecado, y es un juicio que tiene en consideración todos los factores, y que no tiene otra medida sino la santidad de Dios. Jesús sufrió la Ira de Dios como un juicio sustitutorio, el justo murió por los injustos, y se constituyó en nuestra justicia. 

4. El Hijo es el camino a la vida, porque Él es la vida. Nuestro texto dice que el que rehúsa creer “no verá la vida”, la vida es mucho más que la vida física, implica la plenitud del gozo y de la satisfacción que sólo tenemos en Dios. Esta vida de la que se nos habla apenas la disfrutan anticipadamente aquellos que creen en Jesús, pero será plenamente manifestada en nuestro encuentro con Él en Su Reino. Esta vida es una semilla sembrada en cada creyente, y es un tesoro que nos espera. Anhelamos el momento en el que Cristo “nuestra vida” (Col 3:4) se manifieste.


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