viernes, julio 22, 2011

"La última cima"

ultima cima"La última cima" es una película española del género documental que acabo de ver y que me ha gustado mucho. Quizás alguno se extrañará, ¿no se trata de una película hecha por un católico romano y que rememora la vida del sacerdote Pablo Domínguez?.

Así es.

Me gusta leer y ver historias de personas consecuentes con sus creencias y principios, y es en ese sentido que me impresiona la vida de un hombre generoso y que amaba a Dios. La película emociona y admira, admira por el calibre intelectual de Pablo, además de un apologeta, un comunicador, admira en su talla humana, alguien cercano al sufrimiento y a las personas, y admira en el plano espiritual, un hombre enamorado del Creador.

Podemos añadir todos los matices que querramos, si a tí, hermano evangélico se te ocurren cinco, a mí se me ocurren cincuenta. No apruebo el romanismo, ni esa idea de que el sacerdote es "otro Cristo" cuando lo que la Escritura enseña que por la Gracia y por medio de la fe en Jesús podemos ser reconciliados con Dios y reflejar el carácter y Su naturaleza. Tampoco apruebo la misma idea del clero, ni los estamentos clericales, ni la división clérigos/laicos, ni la idea de que el Dios todopoderoso se transmute en pan y vino (y que esa es la mayor Gracia que necesitamos), ni el monacato, ni el celibato (1 Tm 4.3), ni el bautismo de infantes, ni la confesión auricular, la verdadera universalidad de la Iglesia, ¿sigo?.....

Pero tampoco quiero que por esas diferencias mi orgullo me impida ver al hombre que es ejemplo de determinación y generosidad. Quiero reconocerlo como cristiano evangélico. Porque sería eso, el orgullo, ese pecado diabólico, el que me haría mirar por encima del hombro a ese hombre que amaba a Dios.

También me admira profundamente la fe de la familia del sacerdote fallecido, una confianza en el Dios que resucita a los muertos, y en Jesús, la fuente de Vida. Sus padres y hermanos muestran una fortaleza y un gozo que vienen de lo Alto. No puedo menos que alabar a Dios por sus vidas, mi cariño y reconocimiento.

A la vez quiero sacar algunas preocupaciones y cuestiones que me preocupan:

Una fe no diluida. Me alegro ver a católicos que conservan su fe tal cual, sin añadirle otros elementos (relativistas, sincretistas). Los hay. Me alegra ver personas con las que, aunque discrepe en no pocos asuntos, no han adulterado su fe. Porque hay muchos que sí lo han hecho. Me encuentro con algunos que profesando ser católico romanos, no creen que Jesús sea el camino al Cielo, sino "un" camino. Incluso dudan de su divinidad, y han vaciado el valor de su muerte en la cruz, afirmando que es sólo un "ejemplo de amor". Incluso algunos niegan su resurrección literal.

Mi deseo es que ambos acudan a la Escritura como única fuente de la revelación, y a Cristo única fuente de salvación (sin ayudantes ni coredentores).

Una fe valerosa, generosa y consecuente. En este sentido no puedo sino reconocer mi pequeñez y pedirle a Dios que haga de mí el hombre que debía ser. Mi admiración a ese sacerdote (y a tantos buenos hombres y mujeres que militan en la iglesia de Roma, conozco a no pocos de ellos).

En este mundo tan vacío de verdaderos valores espirituales y tan mediatizado por la tiranía de unos medios que nunca expresaron nuestra opinión, me alegra ver personas que con sencillez muestran su fe, una fe basada en el amor a Dios y amor a los demás, tan necesaria como urgente para nuestro país, y para este mundo en sí.

Sirvan estas pobres líneas como reconocimiento a Pablo.

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