La primera vez que llegué a una iglesia evangélica de Sevilla la reunión había empezado. Como yo era tan tímido me quedé frente a la puerta (de cristal esmerilado) sin atreverme a cruzarla, debatiéndome si entrar o no (a ese punto de timidez llegaba). Un hermano llamado Manolo Gómez, con problemas de audición vió algo raro y salió fuera, invitándome a entrar. Siempre que lo veo se lo recuerdo. Gracias a él me atreví a cruzar la puerta de entrada.
Pero la historia no termina allí. A mi problema de timidez se le sumaba lo simpáticos que eran aquellos evangélicos, sabía que nada más terminar la reunión se acercaban a saludarme. Y yo no quería hablar con ellos. No. Me daba vergüenza. Así que lo que hacía era llegar un poquito tarde, e irme nada más terminar la reunión, así no tenía que saludar a nadie. Y mi plan funcionó, al menos por un tiempo.
Pero un día, un hombre de Dios llamado Benjamín Martinez, cuando terminó la reunión salió a mi encuentro.
-Muchacho, muchacho- me dijo- ¿tienes mucho que estudiar?.
Yo, que no he sido precisamente un empollón no entendí la pregunta, le dije que no.
-Es que como veo que sales con tanta prisa....
Y aquello me hizo quedarme más tiempo. Contuve mis ganas de salir corriendo cada vez que alguien me saludaba, y poco a poco fuí conociendo a aquella familia de la fe, que en poco tiempo se convertiría en mi familia.
Otro día Benjamín me tomó a parte y me dijo algo que creo que marcó mi vida, y que repito a menudo a los más jóvenes.
-Julio, te voy a dar dos consejos- me dijo, siempre solemne y sincero- todos los creyentes son amados, tú júntate con los mejores. Y el segundo consejo: haz como Isaac, que sea el Señor el que te busque novia.
De esto hace más de 18 años. Toda una vida.
El Domingo pasado tuve la ocasión de ver a este querido hermano, Benjamín. Se mantiene igual que siempre, el pelo más blanco, nadie diría que ha pasado tanto tiempo. Siguiendo esa costumbre bíblica que tenemos en las asambleas (y que muchas iglesias conservan), nos saludamos con dos besos. Y como siempre me gusta hacer, le recordé aquellos dos consejos que me dió. Sé que a él le gusta que se lo recuerde.
Y es que es muy importante un buen consejo a tiempo, "Manzana de oro con figuras de plata Es la palabra dicha como conviene" Pr 25.11. Un buen consejo es un tesoro, una obra de arte, algo que no debe ser despreciado ni olvidado.
Ese consejo, por la Gracia de Dios, me cambió la vida, me hizo tener buenas amistades que me influenciaron y me retaron, y... me llevó a fijarme más allá de las apariencias y enamorarme de una mujer de Dios. A menudo pienso cómo hubiera sido mi vida de haber tomado otras decisiones, es como asomarse a un abismo que produce cierto vértigo y pavor, no quiero ni imaginarlo.
Jóvenes, aquí tenéis un consejo para vuestras vidas, escoged bien vuestras amistades, procurad amistades espirituales. Y en cuanto al asunto del noviazgo, no os precipitéis, dejad obrad al Señor y fijaros en las cosas que el Señor admira. Tal vez este consejo os cambie la vida.
2 comentarios:
Gracias! los voy a tener muy encuenta!! =D
Bendiciones desde Argentina.
Hola Alechurch! gracias por escribir en este blog, que el Señor te guíe y te ayude a vivir una relación viva con Él.
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