domingo, agosto 10, 2008

Los educados heredarán la tierra

Cada vez lo llevo peor, me refiero a la mala educación. Y es que cada vez me resultan más interesantes las palabras del Doctor Aníbal Lecter (personaje de ficción) quien decía que sólo se comía a los maleducados. Yo también me "comería" a los maleducados, pero eso sí, después escupiría sus huesos.

Metáforas a parte. Estos días estoy disfrutando de unas pequeñas vacaciones con mi esposa en un hotel de la costa almeriense. El hotel está prácticamente al completo, y aunque seguimos un horario británico (desayunamos a las ocho, comemos a las 13.30) para evitar aglomeraciones y porque el día se aprovecha mejor, es inevitable sufrir las inclemencias de esos seres maleducados que pueblan nuestro país:

-personas que hablan a gritos en un pasillo a la una de la madrugada y cierran con un violento portazo. Y son mayoría.
-personas que gritan en su habitación, bostezan ruidosamente, etc... sea la hora que sea.
-personas que se cuelan con descaro.

En fin, nada que no sufra uno en madrid (o en cualquier otra ciudad de España).

Y eso me dió por pensar en las idílicas condiciones en las que viviremos, una humanidad redimida. Por que aunque me moleste la mala educación de los demás, hago bien en recordarme a mí mismo que YO TAMBIÉN SOY MUCHAS VECES MOLESTO, por más que me esmere en ser considerado y amable con los demás.

Cuando el Señor nos salvó, su obra no quedó ahí, sino que comenzó en nosotros una transformación interior que tiene que ver con el cambio de nuestro carácter. A esto los estudiosos de doctrina le llaman el proceso de santificación, que tiene que ver con el aumento de Cristo en nosotros.

El título de mi post no pretende ser irreverente. Estoy convencido que los humildes son, por definición educados, considerados con los demás, gentiles, amables, atentos. También estoy convencido de lo contrario, los soberbios son, por definición, maleducados, impacientes, egoístas.

Es por eso que los maleducados no herederán la tierra. Estarán todos juntitos en el mismo sitio, recibiendo el mismo trato que dieron a otros. Y eso, por la eternidad.

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