miércoles, mayo 15, 2013

¿Deseas ser predicador?

Uno de los privilegios de ser miembro de iglesias pequeñas, prácticamente desde que el Señor me salvó, es la posibilidad de usar mis dones, ya que la necesidad y los escasos recursos humanos lo hacían necesario.

Todavía recuerdo mis primeras predicaciones en Granada. Aburridas hasta la desesperación. ¡Recuerdo que incluso yo, que estaba predicando, deseaba que se terminara mi predicación!. ¡Y encima eran mensajes muy largos!. Han pasado veinte años desde entonces y he aprendido algunas cosas, muchas de ellas a base de descalabros.

"no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo" 1 Tm 3.6 

  1. ¿Cual es tu motivación?. Uno de los principales problemas del predicador es el orgullo. El diablo se sirve de un ministerio así para despertar deseos de grandeza, estima por las propias opiniones, desprecio por otros, una gran imágen de uno mismo, y ya sabéis, antes del quebrantamiento es la soberbia.

Si eres jóven te animo a estudiar de manera seria, constante y devota la Palabra de Dios, a aprender de otros y a usar tu don. Predica en la calle, en grupos de estudio bíblico, haz obra personal. En definitiva, sé fiel en lo poco. Aquel que desea comenzar por un auditorio y no por ministerios más discretos, no desea predicar, desea contruir su propio reino.

Todos hemos visto en las iglesias este tipo de problema: los que buscan la grandeza, y aún teniendo motivaciones correctas, tienes que luchar contra el corrosivo orgullo. Hay síntomas que nos pueden alarmar: cuando no se acepta la corrección ¡mal asunto!, cuando el hermano va preguntando uno a uno qué les ha parecido el mensaje, si les ha gustado, ¡mal asunto!, cuando el predicador primerizo muestra una gran seguridad en sí mismo (lo cual es distinto de la convicción) puede ser algo preocupante, cuando es colérico, cuando no hay coherencia entre su vida personal y su vida de iglesia (mal testimonio en su familia o en su trabajo), cuando insiste en mantener puntos de vista que otros estudiosos de la Biblia consideran poco claros, todo eso son señales de alarma.

A veces el orgullo se disfraza de falsa espiritualidad, he oído de hermanos que se niegan a estudiar para el mensaje porque afirman con total claridad que lo reciben de Dios en el momento de subir al púlpito, lo cual es como poco una falta de respeto a la Amada del Señor, y como mucho tentar al Señor.

 Mt 6.23 "pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?".

En la obra de Dios importa más lo que somos que lo que decimos. Algunos creen que por tener ideas fabulosas, o incluso un poder enorme en el púlpito son hombres de Dios. Y no lo son. El tipo de persona que eres determina el tipo de predicador que Dios percibe. Que haya conversiones por tus mensajes evangelísticos, o incluso creyentes edificados NO SIGNIFICA NADA si no eres un hombre que vive a la luz de Dios.

Quizás lo que diga os suene extraño, pero mi ayuda más grande a la hora de predicar es el hecho de estar casado con una mujer espiritualmente mayor que yo. Me ayuda a poner los pies en la tierra, a no crecerme en mis afirmaciones, y a recordar que sólo puede cuidar bien de la Esposa de Jesucristo si cuido con amor de mi propia esposa. No estoy diciendo que estar casado sea un requisito para predicar, sino que en mi caso es una ayuda inmensa.

2. Conocer la Palabra de Dios. Confieso mi necesidad de seguir estudiando y preparándome. Nunca se conoce lo "suficiente" la Palabra de Dios. Es tarea de una vida. Además, la Palabra de Dios no sólo es un libro sublime y transcendente, sino práctico, cercano. Sus doctrinas tocan el hogar, el trabajo, el matrimonio, la pureza personal, el trato con otros. Cuidado con los que dan mensajes tan sublimes que no tienen aplicación posible.

Rm 12.16 "no altivos, sino asociándoos con los humildes".

3. Amar a las personas y conocerlas. Esto es fundamental. Cuando veo un predicador que no ama a las personas me preocupo. El gran problema de predicadores y pastores es que se terminen relacionando únicamente con personas del liderazgo. A veces esto es obligado, ya que tienen mucho trabajo.

En mi iglesia local casi todos los lideres son líderes bivocacionales (no me gusta demasiado esa palabra, ya que suena a que tenemos un amor dividido), tenemos trabajos, amigos, y vivimos casi toda la semana rodeados de no creyentes. Ser parte de una célula o grupo pequeño también es vital, nos ayuda a estar en contacto con las personas y sus luchas y al hacerlo nos veremos reflejados.

Existe una preocupante tendencia a predicar sobre temas populares o de actualidad, usando la Biblia como una excusa (comienzas leyendo un texto pero terminas hablando de lo que te da la gana). Creo que conocer a las personas te ayudará a predicar fielmente la Palabra en el sentido que la Palabra tiene como destinatario al ser humano. Te ayudará a ser humilde con los humildes, a sanar a los quebrantados, a corregir a los ociosos y a ser paciente con todos. Te ayudará a hacer un sermón humano, con corazón y sentimientos, un sermón encarnado.

4. Oración, tribulación. Decía Lutero que los tres ayudantes del predicador eran "oración, tribulación, estudio". Nadie está exento de pruebas. De hecho Dios las usa para nuestra santificación, y para nuestra perfeccionamiento en el ministerio.

Dios susurra en el placer, pero grita en el dolor. Si somos capaces de buscar a Dios en nuestras tribulaciones, Él cambiará la sequedad de la prueba en un vergel espiritual. Conozco a predicadores que han sido duramente probados, y del horno de esa prueba han salido hombres nuevos, con un mensaje más poderoso.

Esto choca frontalmente con el mentiroso evangelio de la prosperidad. No hay cosa tan dañina como esa, roba el provecho espiritual de la prueba y añade sufrimientos al que sufre, en lugar de aliviar sus cargas. Los propagandistas de la prosperidad son predicadores vacíos, no tienen nada de Dios, no conocen la Palabra, y, Dios los conoce, muchos de ellos no son más que ladrones, consciente o inconscientemente.

Conclusiones finales. Este post no pretende ser exhaustivo. He aprendido más a mí de lo que yo enseño a otros, he sido más bendecido de lo que seguramente he sido capaz de bendecir a otros. Todo ministerio y don es bendición en primer lugar al que tiene este don, pero con el ministerio de la predicación hay peligros que no hay en otros ministerios. Si no tienes el don entonces no serás de ayuda a la iglesia, si tus motivaciones son incorrectas te harás daño y perjuicio espiritual a tí mismo, si no te cuidas del orgullo serás seducido y tentado por el que quiere dañar a la iglesia. Esto es una advertencia, ten cuidado con lo que deseas y ponte delante del Señor. La mayoría de predicadores que conozco no buscaron ser predicadores, el Señor les abrió las puertas.

Si estás frustrado porque no tienes ocasiones de predicar búscalas fuera de la reunión del Domingo por la mañana, en las calles, hospitales, cárceles, con los jóvenes. Pero si lo que buscas es un determinado tipo de predicación, entonces mejor siéntate con los niños de la escuela dominical y aprende los principios de la vida espiritual, que éramos esclavos del pecado e hijos de condenación, y del gran amor del Salvador.

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