martes, octubre 27, 2009

Hoy un alumno se graduó con honores


Cuando llegué a su casa me lo encontré en el salón, preparado con su Biblia y los apuntes en la "mesa camilla". Su esposa nos había preparado una merienda y nos dejó solos rápidamente para que pudiéramos trabajar juntos. Ambos asistíamos al mismo instituto bíblico nocturno, sólo que él me doblaba la edad, los kilómetros recorridos como marino y lo sufrido. Sólo en una cosa le aventajaba: en los estudios, él apenas tenía, trabajó desde muy jóven y tuvo "poca escuela". Es por eso que le costaba lo imposible hacer lo que para mí era un sencillo trabajo de analizar un texto bíblico.

Nos metimos de lleno con el texto, le expliqué los principios de hermeneútica, el escribía despacio con su letra grande y casi infantil, la cuidadosa letra de aquellos que tuvieron "poca escuela". "Espera, espera, que yo voy más despacio" me decía. A partir de aquello ya había cierta complicidad entre nosotros, éramos compañeros de estudio, y yo era su "profesor particular".

En una clase en la que Carlos Morris nos explicaba el tema del bautismo en la Biblia, explicando el tema nos comentó lo que hacían en otras confesiones cristianas:

-...y en la iglesia ortodoxa rusa practican la triple inmersión, sumergen a los que se van a bautizar tres veces en el agua.

Mi amigo se volvió a mí y me dijo en voz baja:

-Eso mismo hago yo con el pulpo antes de "arrearle", lo sumerjo tres veces- como buen gallego sabía prepar el pulpo en condiciones. Menos mal que los rusos no apaleaban igualmente a los recién bautizados.

Por Septiembre de 2.006 me vine a trabajar a Madrid, lo veía de vez en cuando, siempre me saludaba con alegría y mucho gozo, como a todo el mundo, siempre ocupado en las cosas del Señor, sirviendo a otros.

Luego su esposa enfermó. Fueron a Madrid a buscar un médico que decía tener un tratamiento experimental, mi mujer los llevó a la consulta del médico. Apenas estuvimos un día con ellos, pero siempre lo recordaron con gratitud.

Ese verano me invitaron a predicar en su iglesia local. Él venía sólo a la reunión, su esposa estaba muy enferma, terminal y mi amigo, que siempre estaba sonriente, siempre de buen humor tenía la pena tatuada en el rostro. Al final de mi predicación a duras penas me pude aguantar las lágrimas, recordando las promesas de nuestro Rey, quien volverá, prometiendo consolar toda tristeza y viendo a mi amigo aguantar todo lo que tenía dentro.

Su esposa se fué con el Señor. Antes de morir ella quiso grabar un vídeo, despidiéndose de sus seres queridos, y testificando del amor de su Salvador. Lo tenía todo planificado, a cada uno le dió un regalito, a mi esposa y a mí nos regaló un bordado, agradecida del día que vino a Madrid en busca de un médico. Muchos no creyentes quedaron muy impactados por aquel testimonio, un testimonio de una fe real que mira a la muerte a la cara, con la confianza que sólo puede dar un Salvador como nuestro Señor Jesús.

Un mes después me encontré a mi amigo en una reunión de varias iglesias. Nos contaba del testimonio que se dió en el entierro. En un momento dado, a mitad de la frase se dió la vuelta, el rostro retorcido por la pena de haberse separado temporalmente de la mujer a la que amaba.

El tiempo pasó y salió adelante. Por desgracia no era la primera persona a la que perdía. Y cuando menos lo esperaba el amor volvió a encontrarle. Quien le iba a decir que a sus años el Señor le enviaría otra compañera, otra mujer llena de fe. Algunos no lo entendieron. Y algunos, también cristianos, empezaron a opinar sobre si era pronto o tarde, sobre si había pasado mucho o poco tiempo. Nosotros nos alegramos por él, porque quería seguir adelante, luchar, y vivir la vida en los caminos del Señor y con gozo. Meses más tarde me lo encontré y le dije que me alegraba mucho de verle tan bien, también le felicitamos por su boda.

Hoy me he enterado que el Señor le llamó a Su presencia.

Para él se acabo vivir sostenido por las promesas, ya pasó a experimentar la realidad de las mismas, ya entró en el gozo de su Señor, la vida absorbió la muerte y experimentó plenamente el reposo y la victoria de Jesucristo.

Mi cariño y mis oraciones para su esposa y sus hijos (amigos nuestros). Doy gracias a Dios por otro santo que acabó la carrera con gozo, que guardó la fe hasta el final.

Al final te graduaste, Ramiro. Yo te dí clases una tarde, pero tú te pasaste la vida enseñándome cómo ser cristiano.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Impactante testimonio, hermano.

Oramos por la familia de Ramiro y nos alegramos por que él descansa en su presencia.

Bendiciones.

elim-el oasis de Eva dijo...

Gracias por compartir este testimonio.

Felipe dijo...

Qué gran privilegio tener hermanos y amigos así.
Es bueno compartir y dar a conocer testimonios sencillos de verdaderos creyentes para edificación de la Iglesia y para Gloria del Señor. Esta es nuestra labor, pues de dar a conocer los testimonios que son de tropiezo ya se encarga ardientemente el diablo.
Gracias Julio.

Miguel Ángel dijo...

Julio, gracias por esta entrada, me ha llegado al corazón.

No conocía a este hermano, pero doy gracias al Señor por su vida y testimonio.

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