viernes, diciembre 29, 2006

Encerronas oscuras

Quiero contaros algo que ocurrió el mismo día de la fiesta de navidad.

Ese día, llegamos temprano al local para ensayar con los niños. Yo estaba de muy buen humor, me encantan las actividades con los chicos, mi mujer estaba conmigo, y varias profesoras, comimos juntos, contamos chistes en la mesa (creo que los niños de la iglesia son los únicos que encuentran divertidos mis malísimos chistes sobre animales).

Yo estaba especialmente contento porque esa tarde iba a tener el privilegio de poder predicar el evangelio ante una multitud de más de cien personas, muchas de las cuales serían visitas de familiares y amigos. Como a las cinco de la tarde estaba preparándome, sólo, en una de las habitaciones de nuestro local, orando y repasando el mensaje, cuando sonó el teléfono, era uno de mis jefes del trabajo con un problema que, al menos en aquel momento, me pareció bastante grave. Aquello me descentró. Otro de mis jefes me había dicho que le iba a decir algo al jefe que me llamó, pero se olvidó de hacerlo y ahora las responsabilidades cargaban sobre mí (moraleja, no confíes que un jefe va a hacer algo, mejor hazlo tú mismo, aunque te asegure que lo va a hacer él).

La cosa es que estuve bastante preocupado, oré por el tema y procuré que no me afectara, ya que necesitaba estar al máximo para poder llevar a cabo mi tarea de predicar el evangelio, pero no era fácil.

Aquello me hizo pensar en lo "oportunos" que son los ataques del Enemigo cuando vamos a hacer algo importante. A Dios gracias el Señor me dió fuerzas y pude tener la mente puesta en el evangelio, y no en el trabajo. Y a Dios gracias aquel asunto se solucionó sin más complicaciones. Aunque pasé una noche un poco mala.

¿Cuantos se convirtieron aquella tarde?, no lo sé, pero albergo la esperanza de que aquella pequeña batalla fue por alguna razón, que si Satanás se tomó tantas molestias fue porque su reino de oscuridad corría peligro de que algunas almas le fueran arrebatadas al Reino Glorioso de Jesucristo.

2 comentarios:

Jaaziel dijo...

Gloria a Dios por ello.
Me acorde mucho de ti y tu batallar con el pasaje que use en el blog el otro día:

"Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.
Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas.
Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.
Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.
Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.
Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.
Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.
Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.
Volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras." Juan 10:7-19

Anónimo dijo...

Es verdad que siempre que nos enfrascamos en un servicio-ministerio importante, surgen contratiempos de este estilo. Yo creo que suelen venir para probar nuestra capacidad de dependencia del Señor,también nuestra paciencia, o nuestra serenidad. Los nervios nos suelen atacar porque tal vez nos apoyamos demasiado en nosotros mismos, en nuestras fuerzas, y nos olvidamos de "elevar los ojos al cielo" como hacía Jesús cuando estaba en la Tierra.
Un abrazo y gracias por tu sinceridad; es de mucha bendición para los que te leemos.

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